Ay, los deberes de última hora
Sevilla - atlético · el otro partido
Intenso, versátil tácticamente, con ocasiones de gol, manos en el tanto encajado y derrota, síntomas de tener que jugarse una final con este Atlético.
El Sevilla de Unai Emery encajó la primera derrota en casa en un momento clave de la temporada. Y lo hizo de pie, como los hombres, enrabietado después de haber merecido mucho más ante un rocoso y muy bien trabajado equipo que vino a Sevilla a hacer su partido y se lo llevó... con cierta ayuda arbitral. Al margen de las clarísimas manos de Mario Suárez en la jugada del gol de Falcao -impresionante cómo se tira estando al límite del fuera de juego para rozar lo justo el balón con los tacos y colarlo dentro-, Diego Costa debió ser expulsado. Le habría bastado a González González aplicar el reglamento en el artículo que dice que simular una falta o agresión es tarjeta amarilla. Pero esto también está en el bagaje negativo de una final que el Sevilla tuvo que jugarse este domingo ante este protegido Atlético de Simeone por no haber hecho los deberes antes, por haber dilapidado muchos partidos como visitante.
El Sevilla de Emery va a morir de pie. Quizá se ahogue justo antes de llegar a la otra orilla por el lastre de tanta distancia respecto del objetivo europeo como debe remontar, siempre contra corriente, por el cúmulo de errores anteriores a esta etapa tan enérgica de un equipo al que el guipuzcoano le ha dado la vuelta como a un calcetín. O quizá alcance esa orilla después de un denodado esfuerzo. Pero en lo que respecta al partido de este domingo, influyó negativamente que un dignísimo Sevilla tuviera tantísimo que jugarse frente a un equipo que ahora mismo está varios escalones por encima y que sí tiene los deberes hechos, lo que le permitió entregar toda la responsabilidad al rival y esperar taimado su ocasión.
Fue un Sevilla intenso, un Sevilla distinto desde el punto de vista táctico por las bajas acumuladas en el sistema defensivo, las de Fazio y Medel, que varió al 3-4-3, con tres centrales, dos carrileros y dos medios con Jesús Navas y Reyes como interiores. Y aquí también hay que hablar de los deberes por hacer. Rakitic no tiene sustituto como cerebro en la mediapunta y esa acumulación de bajas obligó a Emery a retrasar su posición. Ni Reyes ni Jesús Navas estuvieron finos a la hora de mirar hacia delante en ese espacio que tan bien llena el suizo-croata, pese a un trabajo hacia atrás y un compromiso encomiables. Como también lo fueron el de Botía y el de Cala, soberbio ante Falcao y Diego Costa.
Toda esa energía sólo sirvió para que la confianza quede intacta, si bien hay un partido menos y cada cita del calendario será ahora a vida o muerte. Quizá si el Sevilla no hubiese llegado a esta cita de elevadísima tensión tan angustiado por sus necesidades clasificatorias podría haberle dado al partido otra lectura, podría haber compartido las responsabilidades con un rival que se mueve como pez en el agua cuando cede el balón y se pertrecha rocoso atrás. Quizá no se hubiera ido media defensa como poseída a reclamar la mano de Mario Suárez en lugar de evitar el centro de Adrián. Quizá Negredo hubiese atinado a meter ese cabezazo postrero en el minuto 89. O quizá Courtois y el larguero no hubieran impedido el gol de Rakitic en la falta del minuto 91. Todo ello son síntomas de no haber hecho los deberes antes. Ahora la duda es si es demasiado tarde para presentarlos a tiempo.
Diego Costa, persona 'non grata' en Nervión
Hacía tiempo que un futbolista no recibía una pitada de tantísimos decibelios como la que escuchó Diego Costa. Sus constantes provocaciones, sus caídas gratuitas, como la que protagonizó ante Fernando Navarro en la primera mitad, y sobre todo, la acción en la que hace teatro de forma descarada ante Cala encendieron al sevillismo, que ya lo tenía en su diana desde la vuelta de las semifinales coperas. Simeone acertó cambiándolo por Adrián. González González erró al no mostrarle la segunda amarilla.
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