Un atrevido sin garantías
El Valladolid apuesta por una mentalidad ofensiva para equilibrar unos defectos imposibles de esconder. La trascendencia de las bandas, principal foco de juego.
El Valladolid sostiene su regreso a Primera bajo pilares sólidos y argumentos convincentes pese a la ausencia de grandes nombres que justifiquen un proyecto con la única mira de la salvación.
Miroslav Djukic es el artífice de un equipo vallisoletano que no tiembla a la hora de tomar riesgos tras volver a la máxima categoría. Su valentía, sin embargo, es tácticamente ordenada y no deja demasiados resquicios a la hora de buscar a su adversario y retarlo a un duelo de golpes. Los recién llegados encontraron huecos en un equipo sin piezas prefijadas, mientras que el ataque se convirtió en una lucha por hacerse con un sitio cada semana.
Djukic sabe que la falta de experiencia en algunas líneas puede afectar a largo plazo, pero el Nuevo Zorrilla sólo quiere seguridad, la que en etapas pasadas faltó y terminó condenando al equipo cuando atreverse ya era una opción demasiado tardía.
Sin balón
El sistema táctico diseñado por Djukic obliga a ayudas constantes para no desproteger la zaga con tantos movimientos por las bandas. Tanto Rukavina como Balenziaga no cesan de incorporarse al ataque, siendo fundamentales en los apoyos para facilitar los movimientos con libertad de los extremos. Álvaro Rubio equilibra todo desde la medular. Aporta fuerza en el repliegue y consistencia a la hora de entregar el balón con la máxima seguridad posible.
La zaga es un problema para Djukic. Ninguno de sus defensas demostró la mínima fiabilidad para hacerse con un sitio fijo, aunque Peña y Jesús Rueda suelen tomar papeles protagonistas.
Sereno es polivalente, pero no ha tomado regularidad en sus apariciones, mientras que Baraja se convierte en una baza por la que aún no ha apostado Djukic en lo que va de temporada.
Con balón
El Valladolid confía en su velocidad y lo demuestra con posesiones cortas que encuentran la coherencia con el nivel técnico y la incidencia de los atacantes. Víctor Pérez es el alma del centro del campo. Libera a sus compañeros y toma protagonismo en sus acercamientos de construcción, aunque necesita siempre a un protector convertido en medio centro defensivo para no ceder demasiados espacios vacíos.
Las bandas dan el toque de valentía al equipo. En una Liga en la que ya no predominan los sistemas con dos extremos, Djukic suele situar a hombres como Ebert y Omar para que los carriles se alarguen y los campos sean más amplios en la búsqueda de dinamismo y espacios.
Además, jugadores como Neira o Sastre no han brillado en sus funciones como medios más ofensivos, por lo que Óscar se ha convertido en un referente ofensivo que acompaña al delantero con llegada y poderío físico.
Manucho sigue sin demostrar de modo firme las intenciones que dejó entrever cuando llegó a la Liga española, aunque ya realiza amagos de adaptación que sirven para apariciones furtivas.
Javi Guerra aporta más consistencia como rematador, aunque es más dependiente de asistentes a la hora de que sus números justifiquen una titularidad que ya parece haber perdido. Tampoco Bueno confirmó que su salida del filial madridista tenía la intención de dar un paso definitivo a la élite.
Lo mejor
Muchas variantes ofensivas unidas a una valentía meritoria.
Lo peor
Los espacios que genera su atrevimiento ocasionan más de un problema ante rivales tácticos.
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