La mitología política del antisemitismo español
La derecha española y los judíos. Isabelle Rohr. Antisemitismo y oportunismo, PUV, 2010. 241 págs. 22 euros
No se trata de volver a discutir si Franco hizo mucho por los judíos o pudo hacer mucho más durante la Segunda Guerra Mundial. Tampoco si el antijudaísmo tradicional español terminó predominando sobre el filosefardismo que el lobby colonial, con el conde de Romanones a la cabeza, usó con intereses económicos para internarse en Marruecos. Lo que distingue este ensayo, entre la abundante literatura que se viene escribiendo acerca de los judíos en la España contemporánea, es la búsqueda de una explicación integral del antisemitismo español del siglo XX como problema histórico en el que se cruzan viejos y nuevos mitos sobre el pueblo judío, fuertemente arraigados en la conciencia nacional, con la necesidad de definir una estrategia internacional para un país como España que salía humillado de la profunda crisis del 98 y cuya actitud hacia el colectivo judío podía ser una baza importante en su encaje en el nuevo orden internacional.
La elección del largo ciclo histórico que va de la pérdida de Cuba a la liquidación de la guerra mundial permite encontrar continuidades en la postura oficial de España delante de lo que ya se conocía como "cuestión judaica". Es coherente con la propia divulgación de una vigorosa literatura antisemita que, incubada en Rusia y Alemania, encuentra caluroso eco en el clero integrista y la derecha tradicionalista española que en los años veinte incorpora el mito de la conspiración mundial judía (la primera edición española de Los protocolos de los sabios de Sión es de 1927, cuando ya se había demostrado la falsedad del montaje creado por agentes de la policía secreta rusa), asimilándolo al viejo arsenal de los prejuicios del catolicismo español sobre el pueblo deicida. Y, sobre todo, reserva a Acción Española, partido integrista católico (émulo de la Action Française dirigida por el antidreyfusista Charles Maurras) un papel crucial, aún no suficientemente valorado, como agente histórico que acrisolando los viejos estereotipos con los argumentos neodarwinistas puso en marcha lo que la autora bautiza como "antisemitismo antirrepublicano" (capítulo II de la obra) que extendió la especie de que una maquinación judía internacional, consentida y alentada por el gobierno republicano, amenazaba con el orden mundial.
Los últimos dos capítulos de la obra, dedicados a examinar la compleja posición de las autoridades españolas sobre los judíos españoles, y sobre los exiliados, durante la Guerra Mundial, son la lógica desembocadura de los presupuestos anteriores. Antisemitismo y francofobia acompañaron, como es sabido, la atmósfera de germanofilia de los primeros años de la contienda; mientras que el régimen quiso explotar la imagen de una España receptora de refugiados cuando era evidente el triunfo de los Aliados. A estas ideas aceptadas, Isabelle Rohr incorpora un detenido examen de los discursos que cortejaron e impugnaron la voz oficial del régimen y que conectan con los viejos mitos que venían de atrás. Así se explica el rebrote del filosefardismo en los primeros años de la guerra, actitud que la autora asocia a la vieja aspiración española de consolidar un imperio en el Mediterráneo occidental, empeño para el que sería esencial contar con el apoyo de los 15.000 judíos que vivían en el protectorado español de Marruecos. Y al contrario: el redescubrimiento, en plena etapa de reconciliación con los americanos, de un discurso antisemita, de dimensiones escatológicas, que sustituía el comunismo por el capital como nuevo instrumento de una rediviva conspiración anglo-americano-judía por dominar el mundo. De este modo, el africanismo que frenó el nuevo antisemitismo racial, no pudo apagar el viejo prejuicio del tradicionalismo católico que señalaba a los judíos como el pueblo traidor y sin escrúpulos morales que terminaría destruyendo la civilización cristiana sin importarle la alianza con el comunismo o con el capitalismo, en el fondo, dos horrendas deformidades que engendró la modernidad.
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