Hitos para peregrinos laicos

Llàtzer Moix firma un apasionante reportaje en forma de 'road movie' por diez ciudades españolas que confiaron sus esperanzas de futuro a los arquitectos más afamados

Charo Ramos

19 de enero 2011 - 10:37

Arquitectura milagrosa. Llàtzer Moix.Editorial. Anagrama. Barcelona, 2010. 288 páginas. 18 euros.

La semana pasada, los Príncipes de Asturias inauguraron en la cima del compostelano Monte Gaiás la Ciudad de la Cultura de Galicia proyectada por el norteamericano Peter Eisenman, el autor del Monumento al Holocausto berlinés, miembro destacado del grupo The New York Five y eterno aspirante al Pritzker, el equivalente al Nobel arquitectónico. Aunque sólo dos -la Biblioteca y el Archivo- de los cinco edificios que forman parte del complejo han comenzado a funcionar, las abultadas cifras de visitantes intentan ya maquillar las dos críticas más recurrentes a este proyecto "inspirado en la forma de una concha peregrina", según Eisenman: la dudosa gestión económica y su posterior utilidad. La génesis de la Ciudad de la Cultura de Galicia se remonta a 11 años atrás, cuando la política convirtió en extraños compañeros de cama a Manuel Fraga Iribarne y Eisenmann. Más de una década después, el gasto se ha cuatriplicado (en 1999 se presupuestó en 108 millones y la primera semana de 2011 la Ciudad había consumido 400 millones de euros) pese a lo cual las autoridades compostelanas mantienen intacta su fe en este icono que debe atraer a los peregrinos laicos del mundo con la misma pasión que mueve a otros hacia el Camino de Santiago.

Valga este ejemplo de rabiosa actualidad para recuperar en estas páginas uno de los libros más interesantes -tal vez el mejor- que el periodismo cultural español ha producido en los últimos meses. Se trata de Arquitectura milagrosa, un apasionante reportaje firmado por quien durante dos décadas dirigió la excelente sección cultural del diario La Vanguardia, Llàtzer Moix. Un texto trufado de entrevistas a clientes, promotores y proveedores con el que, desde el rigor y la ironía, recorremos como en una trepidante road movie diez puntos de la geografía española que depositaron "parte de sus esperanzas de futuro en la labor de los arquitectos más afamados". El relato, pese a su certera provisión de datos y cifras, nos conduce a un paisaje guiñolesco y abracadabrante que no es otro que la España del boom inmobiliario que a finales del siglo XX y principios del XXI se convirtió, apunta Moix, "en algo parecido al paraíso terrenal para los arquitectos estrella de nuestra época". Y es que la simbiosis entre arquitectos consentidos y dirigentes megalómanos y poco preocupados del dinero público ha creado una cultura de irresponsabilidad que todo lo ha fiado a reproducir el milagro que se operó en Bilbao a partir de 1997, cuando gracias a Frank Gehry y su Guggenheim la capital vizcaína enderezó el rumbo y dejó atrás su grisáceo pasado posindustrial.

Llàtzer Moix rememora que la fe en ese tipo de maravillas se despertó antes, con los fastos internacionales de 1992 en Barcelona, Madrid y Sevilla. Y que, si no fuera por la crisis económica que golpea al país desde 2008, poco habría importado que hitos como la Ciudad de las Artes valenciana disparasen su presupuesto hasta el infinito: así, el "monocultivo Calatrava" pasó de 175 millones de euros en los 90 a 1.137 millones de gasto en 2007. Y la cifra no hace sino crecer pues estas construcciones donde la forma -cuanto más espectacular, mejor- se impuso a la función han demostrado tener "duración catedralicia" y "ulteriores e insostenibles costes de mantenimiento".

Junto al "faraonismo" de Eisenmann en Galicia, la Valencia de Calatrava concentra los pasajes más desopilantes de este libro que no deja títere con cabeza y repasa también la "incontinencia expresiva" de Zaha Hadid, cuyo Pabellón Puente dilapidó el presupuesto de la Expo de Zaragoza y obligó a costear inéditos alardes de ingeniería que la iraquí desestimó al diseñar su obra sobre el río Ebro.

Frente al alcalde de Nueva York en 2008, Michael Bloomberg, uno de los pocos clientes que ha criticado abiertamente la desmesura de Calatrava, parece que en España tardamos en aprender y siguen abundando los dirigentes hechizados "por los magos de la planta y del alzado", en expresión de Moix. A ellos y a esos otros que creen "en las obras llamadas a ejercer como locomotora de una comunidad", una máxima que también ha hecho suya el alcalde de Sevilla para defender los seis años de retraso y 40 millones de incremento de coste del proyecto Metropol Parasol, esta obra les recuerda que muchos trenes es mejor dejarlos pasar "porque pueden entorpecer el avance colectivo". El libro concluye con una llamada "a devolver sensatez a la arquitectura, en especial a la que se levanta con inversión pública".

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