Siempre un poco más lejos
Confluencias publica el otro libro de conversaciones de Hugo Pratt con Dominique Petitfaux, donde el gran dibujante italiano recorre paso a paso su trayectoria como novelista gráfico.
A la sombra de Corto. 'Hugo Pratt / Dominique Petitfaux. Trad. Gabriel García Santos. Confluencias. Almería, 2013. 424 páginas. 29 euros.
Si en El deseo de ser inútil, publicado hace unos meses por la misma editorial, Hugo Pratt repasaba su vida -tan novelesca o más que la de sus personajes- sin hablar apenas de su trabajo como historietista, A la sombra de Corto supone una completa inmersión en su obra, que figura con letras de oro en la historia del cómic y contribuyó decisivamente a consolidar el prestigio del género, no en vano Pratt sigue siendo uno de los más altos exponentes del fecundo maridaje entre la ficción narrativa y el arte de la viñeta. Ambos libros fueron el resultado de centenares de horas de conversación entre Dominique Petitfaux y el dibujante italiano, luego de que ambos se encontraran por primera vez en una librería parisina. Este segundo volumen, que en realidad vio la luz antes que el consagrado a la biografía de Pratt, recoge los encuentros celebrados entre 1987 y 1989, dedicados a trazar un minucioso recuento del proceso de creación de sus personajes, de los episodios en los que aparecen, de los rasgos característicos de su obra y del conjunto de referencias asociadas a ella.
Dice el crítico francés que se inspiró en el Hitchcok de Truffaut a la hora de pasar revista a las historietas de Pratt siguiendo un orden cronológico, pero A la sombra de Corto contiene además un preámbulo biográfico del autor y otro de su personaje, que como les sucede a algunos exitosos seres de ficción -Petitfaux aduce el ejemplo de Sherlock Holmes- acaban convertidos a la vez en mitos y en criaturas casi reales o en todo caso emancipadas de sus autores, que pasan de ser artífices a meros biógrafos. Sabemos de este modo, gracias a los datos recopilados o deducidos por Petitfaux y confirmados por el propio Pratt, que Corto Maltés nació el 10 de julio de 1887 en La Valetta, aunque no hace su primera aparición gráfica -La balada del mar salado, entrega inaugural de la serie, corresponde a 1913- hasta el álbum Corto: La juventud, ambientado en 1904. O que la aventura más avanzada en el tiempo es la referida al continente perdido de Mû, que tiene lugar en 1925. Después de esa fecha apenas tenemos otra información salvo el hecho de que "desapareció" -no se dice en ningún caso que muriera, como recalca Pratt- durante la Guerra Civil en España, adonde había llegado acompañando a las Brigadas Internacionales. Conocemos, por lo tanto, sólo dos décadas largas de su fascinante trayectoria, desglosadas en 29 episodios que se recogen, junto al resto de la amplísima obra de Pratt, en la más completa bibliografía publicada hasta la fecha.
En su minucioso repaso al itinerario del artista, Petitfaux conversa con Pratt a propósito de otros personajes como el sargento Kirk, Ana de la Jungla, Jesuita Joe o los Escorpiones del Desierto, cuyas aventuras han sido felizmente traducidas y pueden leerse desde hace años en castellano, pero es cierto que a partir de su aparición en 1967 la alargada sombra de Corto -que ni siquiera era el protagonista estricto de la primera aventura- se proyecta sobre su creador hasta hacerse indisociable. El dibujante, un hombre pudoroso que como él mismo reconoce no se sentía cómodo en las entrevistas, se muestra a menudo esquivo, como si el exhaustivo interrogatorio de Petitfaux -que muestra una familiaridad admirable con la obra de Pratt- lo dejara exhausto o fuera demasiado pormenorizado para un artista al que no le gustaba cerrar todos los cabos. Pratt apreciaba la ambigüedad y prefería no dar una versión completamente acabada de sus personajes o de sus historias, en la idea -no impropia del excelente narrador que fue- de que las zonas de sombra favorecen el misterio esencial de cualquier vida. Pese a sus reservas, sin embargo, las respuestas a Petitfaux contienen centenares de datos o precisiones interesantes, relativas a sus relaciones con los editores, a los modelos reales o las referencias literarias que le inspiraron, a su sistema de trabajo o a la interpretación que él mismo hacía, si era el caso, de sus argumentos.
En el último tramo de la conversación, titulado como uno de los álbumes de Corto (Siempre un poco más lejos), Petitfaux ha acabado con los títulos y dirige su interés a aspectos generales de la obra o la personalidad de Pratt, que hacia el final afirma haber pertenecido a una generación que buscaba la belleza, la felicidad. Este hermoso volumen, generosamente ilustrado, prueba que esa búsqueda no fue en vano. La expresión novela gráfica no gusta a todos los estudiosos del cómic, algunos de los cuales la juzgan pretenciosa o reveladora de un cierto complejo de inferioridad respecto de otras disciplinas, pero si hay un dibujante al que pueda aplicarse con toda propiedad, ese es Hugo Pratt, aunque él se inclinaba por la acuñación "literatura dibujada". No cabe, en efecto, una manera más precisa de definir su arte.
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