Un asesinato múltiple

'El almirante flotante'. VV. AA. Axel Alonso. Editorial Akal. Madrid, 2012. 318 páginas. 10 euros.

Manuel Gregorio González

29 de agosto 2012 - 05:00

En El almirante flotante se ofrece a nuestra inteligencia una de las grandes paradojas de la literatura. La múltiple autoría de esta novela, firmada por el célebre Detection Club, no implica que los personajes, que la trama, que el pequeño cosmos provinciano donde se desarrolla el misterio, carezcan de unidad o de la necesaria coherencia. No sin cierta perplejidad, el lector advierte que los protagonistas, sospechosos o no, gozan de una existencia propia al margen de los autores de cada capítulo. Esto, quizá, vendría a darle la razón a Derrida y al tedioso irracionalismo posmoderno. No hay autores, no hay lector, sólo hay texto. La verdad, sin embargo, es más sencilla: es la imaginación del lector, más la necesidad de hallar una lógica a determinados hechos, quienes otorgan un sentido unívoco, una limpia racionalidad a estas páginas.

Es curioso que Gilbert Keith Chesterton, tan poco dado a reconocer el talento de Dorothy L. Sayer, fuera miembro del Detection Club y coautor, junto con ella, del libro El almirante flotante. A estos nombres hay que añadir los de Agatha Christie, Ronald Arbuthnott Knox, John Rhode, Henry Wade, Anthony Berkeley y media docena de escritores más. Berkeley, de inusual capacidad resolutiva (véase El caso de los bombones envenenados, una suerte de parodia de The Detection Club), será el encargado de cerrar el volumen y esclarecer el misterio; un misterio en el que cada autor reinterpreta los datos ofrecidos por el anterior. Lo cual significa que no existe un plan previo, sino un preciso juego de imprecisiones. En un apéndice final se añade la solución que los autores habían imaginado para el caso. De ello resulta un libro tortuoso, brillante y enigmático. Y no tanto por la resolución del crimen, cuanto por aquello que la obra comporta. En El almirante flotante se unen el ejemplo práctico y un corpus teórico de la literatura policial. Obviamente, su paradójica homogeneidad refleja una convención lógica, el sustrato racional de fondo. Pero, en rigor, estamos ante un libro infinito.

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