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Samuel Beckett. El último modernista. Anthony Cronin. Traducción: Miguel Martínez-Lage. La Uña Rota. Segovia, 2012. 656 páginas. 25 euros
El carácter marcadamente antihagiográfico de la literatura española no sólo convierte cualquier biografía del gran escritor patrio de turno en rara avis; también tiende a no darse por enterada de los trazados vitales que el medio anglosajón, éste sí entregado a la causa con entusiasmo incluso desde sus orígenes, dedica a sus respectivos santos. Es posible que el hecho de que hasta ahora no se haya traducido ni una sola biografía de Samuel Beckett al castellano no suponga anomalía alguna; pero, si atendemos a la enorme influencia que el irlandés ha ejercido tanto en el teatro español del último medio siglo (ni Fando y Lis de Arrabal ni Ay, Carmela de Sanchís Sinisterra habrían acontecido sin Esperando a Godot) como en los narradores más destacados del mismo periodo, especialmente los articulados en torno a la generación de oro del relato breve (pongan ustedes los nombres e intenten considerar su estirpe sin la luz de Primer amor: tarea imposible), algo anormal, o cuanto menos impropio, sí podemos apuntar. Al interesado ibérico le correspondía conformarse con aproximaciones críticas, que no biográficas (el Beckett de Klaus Birkenhauer, histórico de la colección de bolsillo de Alianza, sigue siendo imprescindible), misceláneas más o menos íntimas (Cómo fue, colección de recuerdos de la pintora Anne Atik, amiga del escritor, que publicó Circe en 2005) y, claro, la oferta editorial británica, francesa, alemana o estadounidense sin traducir. Por todo esto, pero, más aún, por su fascinante contenido, cabe celebrar la aparición de Samuel Beckett. El último modernista de Anthony Cronin en el catálogo de La Uña Rota como una de las mejores noticias del año.
Corresponde señalar algunos antecedentes. La editorial segoviana ya publicó algunos textos breves de Samuel Beckett, inéditos en castellano, en los volúmenes La capital de las ruinas seguido de F-, La vieja canción (compartido Robert Pinguet a modo de correspondencia mutua) y Deseos del hombre / Carta alemana, una verdadera proeza dada la reticencia de los herederos del Premio Nobel a cualquier atisbo de nueva publicación. La traducción de casi todas estas piezas corrió a cargo de Miguel Martínez-Lage, uno de los más fervientes conocedores en España de la obra de Beckett, quien, a su muerte el año pasado, dejó (afortunadamente) terminados dos trabajos decisivos: la versión de Dream of Fair to Middling Women, la primera novela del autor, escrita en 1932 y publicada recientemente en Tusquets como Sueño con mujeres que ni fu ni fa; y Samuel Beckett. El último modernista, la biografía que el también irlandés Anthony Cronin publicó en 1997 y que Martínez-Lage consideraba la más completa, amena y reveladora de las dedicadas al autor de Molloy. La lógica, si se quiere, siguió su curso y esta obra tan detallada como divertida, tan rigurosa como cómplice, llega ahora como un brindis para quien desee adentrarse en uno de los episodios más asombrosos de la historia de la literatura universal.
Lo primero que corresponde destacar de la obra de Cronin es su tono cálido, amable y distendido, exento de cualquier asomo de prurito académico pero no por ello menos exigente. Muy al contrario, el libro reúne una profusa cantidad de datos que abarcan toda la vida de Beckett, por más que, especialmente tras la popularidad de Esperando a Godot, el autor alimentara su propia leyenda con escasísimas concesiones a la galería fuera de su círculo inmediato de amigos. Beckett, de hecho, afirmaba tener recuerdos de su periodo fetal en el vientre de su madre, así que lo que hay contar es ciertamente mucho: su infancia sellada precisamente por la influencia materna que se mantendría durante su madurez, sus primeras lecturas, su más que brillante historial académico, su vinculación con el Trinity College de Dublín, sus inquietudes atléticas, su relación con James Joyce, su participación en la Resistencia en París durante la Segunda Guerra Mundial, su proverbial dificultad a la hora de encontrar editor, su compleja colección de amantes (desde su tormentoso episodio con la hija de Joyce hasta Peggy Guggenheim pasando por su esposa, Suzanne, con la que comparte hoy sepultura en el cementerio parisino de Montparnasse), el fabuloso retiro tras la liberación de Francia durante el que escribió sus obras maestras, la recepción por parte de la crítica de sus novelas Molloy, Malone muere y El innombrable, su inesperado éxito como autor teatral, sus lazos de amor y odio con W. B. Yeats, Albert Giacometti, Harold Pinter, Robert Graves, Buster Keaton (con quien rodó Film, su única incursión en el medio cinematográfico) y la jauría artística francesa y británica del siglo XX, la indiferencia con la que recibió la noticia de la concesión del Nobel y todo lo que merece la pena ser contado. El resultado es una mirada como un abrazo al hombre, al escritor y a su tiempo, un vértice tras el que la literatura pasó a ser, inevitablemente, otra cosa.
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