Dickens y el cine
La obra del escritor inglés, cuyo bicentenario se cumplió exactamente ayer, fue crucial a la hora de dotar de un lenguaje a las máquinas inventadas por Edison y los Lumière.
Dickens murió 21 años antes de que Edison presentara su Kinetoscopio y 25 antes de que los Lumière presentaran su Cinematógrafo en 1895. Y sin embargo ningún escritor ha influido tanto como él sobre el cine. No sólo porque sus novelas hayan inspirado más de 325 películas desde 1897 (La muerte de Nancy Sykes, recreación de un episodio de Oliver Twist) hasta hoy (Grandes esperanzas y El misterio de Edwin Drood se acaban de filmar para la televisión) e incluso hasta mañana (está pendiente de estreno la esperada versión de Grandes esperanzas dirigida por Mike Newell e interpretada por Ralph Fiennes, Helena Bonham-Carter, Jeremy Ervine y Holliday Grainger).
Dickens como modelo del cine
La mayor influencia de Dickens sobre el cine tiene que ver con la constitución del propio lenguaje cinematográfico. La aventura más apasionante de la historia del cine es la conversión de un artefacto sin programa de futuro trazado, el cinematógrafo de los Lumière, en la serie de procedimientos técnicos, narrativos, creativos, comerciales e industriales al que llamamos cine.
El nacimiento del lenguaje y la industria del cine es el resultado de la adaptación del artefacto cinematógrafo a las demandas de un público moderno, el de entre 1895 y 1915, que consumía novelas y folletines, asistía a obras de teatro moderno o popular, se divertía con el circo y las variedades, se dejaba asombrar por los grandes espectáculos musicales de Ziegfield en Nueva York, Follies Bergères en París o Sugrañés en Barcelona y se emocionaba con los espectaculares melodramas teatrales que escenificaban incendios, batallas o naufragios. Buscando un público que debía crearse el cinematógrafo fue tomando préstamos de todas estas formas de narración, representación y espectáculo para adaptarlos a sus potencialidades.
Uno de los modelos privilegiados del cine fueron las novelas de Dickens, sus estructuras narrativas, sus acciones paralelas, sus minuciosas descripciones que a veces evocan primeros planos o planos detalle... Basten los testimonios de dos padres fundadores del lenguaje del cine clásico y del montaje: Griffith y Eisenstein. Cuando al primero le preguntaron por su uso narrativo del montaje contestó con otra pregunta: “¿No escribe Dickens así?”. Eisenstein reconoció la deuda del cine con ambos en su texto Dickens, Griffith y el cine de hoy, en el que afirma: “El papel de Griffith en la evolución del sistema de montaje soviético fue tan enorme como lo había sido el de Dickens en la creación de los métodos de Griffth... Pareciera que Dickens ha guiado las líneas de estilo de Griffith”.
Dickens como fuente del cine
Si Dickens fue una de las inspiraciones del cine en lo que a estructuras y soluciones narrativas se refiere, se preguntarán cómo pudo el cinematógrafo –únicamente un artefacto carente de lenguaje propio– adaptar en 1897 el antes referido episodio de Oliver Twist (La muerte de Nancy Sykes) o un año más tarde otro episodio de la misma novela (Mr. Bumble the Beadle). Fácil. El público se sabía las novelas de memoria, los magníficos dibujos de Cruikshank, Robert Seymour o Phizz les habían familiarizado con los tipos y las adaptaciones teatrales les habían permitido ver representadas las tramas. La acción de la breve película en un único plano, prácticamente una escena teatral filmada por una cámara fija, era inmediatamente reconocida y contextualizada en la novela de la que estaba extraída.
No es cuestión de comentar aquí las más de 300 adaptaciones cinematográficas y televisivas de novelas de Dickens. Baste decir que las primeras que abordaban obras enteras, y no sólo capítulos o escenas, con cierta consistencia artística y técnica se rodaron a partir de 1913 por la productora de Cecil Hepworth y bajo la dirección de Thomas Bentley: David Copperfield y La tienda de antigüedades (1913), Barnaby Rudge y Tiempos difíciles (1915). Y que a partir de 1916 surgen las primeras adaptaciones hollywoodienses de Oliver Twist (James Young, 1916), Grandes esperanzas (Robert G. Vignola, 1917) y Una historia en dos ciudades (Frank Lloyd, 1917). En la madurez del mudo la más famosa adaptación dickensiana fue Fagin, basada en Oliver Twist, dirigida en 1922 por Frank Lloyd e interpretada por Lon Chaney y Jackie Coogan.
Los mejores Dickens del cine
De los muchos Dickens sonoros los más relevantes son los dirigidos en 1935 por George Cukor y Jack Conway, en 1947 por Alberto Cavalcanti, en 1946 y1948 por David Lean y en 2005 por Roman Polanski. Cada una tiene, entre otras muchas, una virtud descollante: la de Cukor (David Copperfield), la fidelidad no servil a las ilustraciones originales y las interpretaciones de W. C. Field como Micawber y de Edna May Oliver como la tía Betsey; la de Conway (Una historia en dos ciudades), la gigantesca y sombría interpretación de Ronald Colman como Sidney Carton; la de Cavalcanti (Nicholas Nickleby), el giro expresionista de las sombrías atmósferas de la escuela de Yorkshire y la creación de Sir Cedric Hardwicke como el malvado Ralph Nickleby; las de Lean (Cadenas rotas y Oliver Twist), además de su fidelidad creativa a los originales, el genio de este realizador para potenciar todos los elementos sonoros, visuales y dramáticos de la narración (baste recordar el inicio en las marismas de Cadenas rotas o el de Oliver Twist con la llegada de la madre al orfanato en una noche de tormenta); y la de Polanski (Oliver Twist), su voluntaria frialdad y contención que estallan en un final conmovedor nunca antes filmado.
También se han hecho algunas actualizaciones decentes (Los fantasmas atacan al jefe, Richard Donner, 1988) o indecentes (Grandes esperanzas, Alfonso Cuarón, 1998); versiones animadas (sobresaliente la de Disney con el Tío Gilito como Scrooge) y comedias musicales siempre fallidas (Oliver! de Reed –1968– dañado por unas imposibles coreografías tipo Don Lurio o Canción de Navidad de Neame –1970– que desperdicia las interpretaciones de Albert Finney y Alec Guiness).
Dos curiosidades hispánicas. El director teatral Manuel Tamayo filmó en 1947, bajo el título de Leyenda de Navidad, la versión teatral que antes había representado en los escenarios con Lina Yegrós, Jesús Tordesillas, Emilio Santiago y Ángel Picazo. TVE realizó una buena adaptación de David Copperfield dirigida por Juan Guerrero Zamora e interpretada por Manuel Dicenta, Lola Herrera, Luis Morris, Mercedes Prendes, Elisa Ramírez y Paco Valladares.
Pionero siempre, el mundo de Dickens aparece por primera vez en la televisión en una emisión experimental emitida por la BBC el 6 de julio de 1938. Se trataba del episodio de Bardell contra Pickwick de Los papeles póstumos del club Picwick. Las últimas adaptaciones televisivas son las ya citadas Grandes esperanzas y El misterio de Edwin Drood grabadas en 2011 y 2012 por la BBC.
200 años del nacimiento de Dickens. 176 años (desde la primera edición de Los papeles póstumos del club Pickwick) de ininterrumpida publicación de sus novelas. 115 años de películas basadas en sus obras. 74 años de emisiones televisivas. Dickens vive.
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