El peso de la historia en las cofradías
La lluvia del año pasado pudo influir en que no saliera el Polígono de San Pablo · En Santiago, Angelita Yruela le canta la primera saeta a la Virgen del Rocío 50 años después.
Cuando hay que mirar hacia delante, no se olvida lo que queda por detrás. Y así se mantienen las tradiciones, que está muy bien, o se toman decisiones difíciles con el condicionante de equivocaciones anteriores. Eso fue lo que le ocurrió en la mañana de ayer a la cofradía del Polígono de San Pablo. Decidieron suspender la estación de penitencia, con buen criterio en apariencia, porque les habían dado riesgo de lluvias en porcentaje elevado. Después no llovió, excepto cuatro gotas mal contadas. Y el Polígono se quedó con las ganas.
Es casi seguro que esta cofradía hubiera salido ayer de no haberles ocurrido lo del año pasado, cuando se tragaron un fuerte chaparrón, que les obligó a quedarse en la iglesia del Salvador. Y sobre todo por algunas críticas que hubo después, entre ellas una entrevista a un meteorólogo en la que dijo que ya había advertido a esta cofradía de lo que le iba a pasar. Si hubieran salido ayer y se vuelven a mojar, no quiero ni pensar lo que se diría hoy de esa junta de gobierno. Así que decidieron no salir, que era lo previsible.
El peso de la historia es diferente en el Tiro de Línea. Saben por la experiencia que, cuando han arriesgado, unas veces se mojaron y otras no. Se decía en los aledaños de Santa Genoveva, antes de la salida, que se quedarían en su templo, porque el dorado del paso del Señor Cautivo salía recién restaurado. Pero ése era un estreno del año 2010, cuando pasó lo que pasó. Vistos los pronósticos, que no eran nada claros, decidieron arriesgarse, como otras veces. Y les salió bien, igual que en otros casos ha ocurrido justo lo contrario. La experiencia demuestra que no ir dos años seguidos a la Catedral (o al menos al Salvador, o a la Anunciación) es duro, muy duro. Pero mojarse en dos estaciones de penitencia consecutivas tampoco es para desearlo a ninguna junta.
Conforme avanzaba el día, ya se veía lo que iba a pasar. Hay que tener mucho cuidado con los porcentajes de lluvia de la Agencia Estatal de Meteorología. Sin duda, sujetos a un gran rigor científico, yo no lo dudo. Pero los sigo durante todo el año y he visto días con pronósticos de un 90% de lluvia que no cayó ni una gota, y días con un 10% de lluvia que cayeron chaparrones de los gordos. Así que a base de porcentajes, te lo juegas a cara o cruz, salvo que venga una borrasca impepinable, de las que se ven venir desde lejos por la prima de Ayamonte.
En la iglesia de Santiago hubo menos dudas. La cofradía del Rocío. La Redención o el Beso de Judas (según las preferencias, pues de las tres formas es conocida) era este año más Rocío que nunca. Se cumplían los 50 años de la primera salida de la Virgen. Un motivo estupendo no sólo para atravesar los Jardines de Murillo, aprovechando que iban a pasar por delante de Santa María la Blanca (templo actualmente cerrado, como Santa Catalina), sino también para arriesgarse a salir, con un buen argumento.
Ha sido una alegría que esta cofradía del Rocío haya celebrado los 50 años de la Virgen en las calles de Sevilla, teniendo a hermanos que vivieron la fundación de la cofradía, como Fernando Baquero y Manuel Yruela Rojas, que además han sido hermanos mayores y grandes artífices del crecimiento que ha tenido la hermandad. Fernando y Manuel han vivido las maduras de esta salida tan especial para ellos, como antes han vivido los tiempos duros en los que salían adelante, en buena medida, gracias a su sacrificio y el de otros cofrades. Y seguro que también gracias al empuje de un cura ejemplar, como fue don Eugenio Hernández Bastos, que primero en Santiago, y después en el cielo, tanto ha ayudado también a su cofradía.
En el ejemplo de quienes van dando su vida a una hermandad encontramos la parte mejor del peso de la historia. Mientras avanzaba la Virgen del Rocío, era muy emocionante que Angelita Yruela, un año más, le cantara la primera saeta a su Virgen, en el umbral mismo del templo, como se la cantó también en aquella salida mítica de 1961. Cincuenta años no son nada, y al mismo tiempo son tantas cosas, tantas, para una cofradía.
Cuando llueve pasan fenómenos extraños. Unas cofradías salen después, otras se lanzan antes a la calle, y al final todo se reajusta según vaya la tarde en la carrera oficial. San Gonzalo iba un poco anticipada, pero después se tuvo que readaptar a su horario. El larguísimo cortejo de los nazarenos blancos ocupa ya centenares y centenares de metros en línea recta, con puente incluido. El Señor del Soberano Poder salió con éxito, pese al tiempo, el día del via crucis. Así que ayer, con una tarde mejor que aquella, no se iba a quedar en su templo.
Hemos visto varios Lunes Santos con climatología adversa al principio, que se recompone al final. Santa Marta cada año atrae más público a su salida y el itinerario serpenteante por las calles que llevan el paso hacia la carrera oficial. Ayer tenía un exorno de jacintos, en vez de lirios morados, tan bello que se podría mantener otros años de mejor tiempo para los lirios. De los tañidos lúgubres de San Andrés a los silencios de San Vicente para ver a la Vera Cruz y la música fúnebre de Las Penas. Así son los sonidos propios de estas tres cofradías de negro.
En el Arenal estaba saliendo el Cristo de las Aguas con su paso terminado de dorar. Varios años después, se ha visto que fue un rotundo acierto embarcarse en un nuevo paso de misterio. La capilla del Rosario, en la calle Dos de Mayo, también se pone abarrotadísima en esa salida, como en la entrada por la noche. La Virgen de Guadalupe ha sido remozada por su autor, Álvarez Duarte. Y ese es otro privilegio donde se aprecia el lado positivo del peso de la historia. La talló siendo un chaval, en 1967, y ha podido retocarla 44 años después. El tiempo no pasa por Ella, que es ahora Niña del Arenal.
En la plaza del Museo se cerró otro Lunes Santo, uno más en el devenir de la historia.
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