Litrios, frecsias y otros contrastes
San Esteban
La hermandad cambió de banda y destacó por su original exorno floral
Por la Plaza del Salvador sopla un aire fresco, casi desagradable, que hace correr unas nubes que tienen la tarde metida en un gris impropio de un Martes Santo. "Este aire es de agua", dice una joven sentada en el poyete de la estatua de Martínez Montañés. "Que no, que no, que ha dicho la radio que no llueve", responde su acompañante, confiado en esos partes de los meteorólogos que ya casi nunca fallan.
Y el aire es frío y desagradable, tanto que agita violentamente las plumas del soldado romano del misterio de San Esteban, ese que va al final del paso a la izquierda del Perragorda, pero no llueve. Viene la cofradía a buen ritmo por una plaza repleta, más que otros años, con una manada de cangrejeros en la delantera, con los acólitos arrollados y los policías desgañitándose pidiendo colaboración.
Avanza el misterio de la burla hacia la calle Cuna a los sones de Pescador de Hombres, una canción religiosa convertida en marcha de agrupación. Hay quien echa de menos los tricornios de Virgen de los Reyes tras el paso. La sustituye la banda de la hermandad de la Redención.
Del misterio llama la atención el exorno floral con claveles y rosas rojas mezcladas con unas flores moradas en forma de espigas. "¿Que cómo se llaman? Litrios", dice el prioste. "¿Y de dónde son?" "Ya de eso no tengo ni idea".
La Virgen de los Desamparados baja por la Cuesta del Rosario. El paso se detiene ante el azulejo del Cristo del Amor. Un fotógrafo retrata a la dinastía de capataces que saca esta cofradía, los Ariza, ante este palio que protagoniza cada año la salida más complicada de la Semana Santa. Este año incluso se le han añadido a la estructura del paso unas barras de hierro para que puedan ayudar desde fuera los costaleros de refresco en la maniobra necesaria para sacar el palio por la ojiva de San Esteban.
En el palio sí que saben de dónde vienen las flores. "Son frecsias y orquídeas de Singapur", dice un miembro de la hermandad. Se retira el fotógrafo, se acaba el tiempo para el descanso. Uno de los Ariza toca el martillo y el palio se levanta. En la trasera el patero saca un brazo lleno de tatuajes. Uno más de los contrastes de la Semana Santa.
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