Intrahistorias desde el vértice de Mármoles
La Candelaria
La Cruz Roja estrenó una nueva marcha dedicada a la Virgen al salir de San Nicolás
La cafetería de la esquina de Mármoles hacía las veces de hospital de campaña para recuperaciones terrenales pasada la hora de la sobremesa. Tiempo para el trago largo, o para los chupitos cortos con los que aliviar la riada de tanto nazareno blanco que por entonces salía de San Nicolás. En el vértice de la Plaza Ramón Ybarra Llosent, un grupo de capillitas cubría la prueba del delito -léase vaso de tubo- con el programa del Martes de Santo de Diario de Sevilla. Así, como para disimular, envolviendo el cubata con la guía de papel couché en vertical, a modo de rulo.
Asomaba a la calle San José el canasto en oro de Jesús de la Salud, cuyo paso fue terminado de componer a los sones de la primera saeta de la tarde. Con el travesaño del madero ya armado, el Nazareno de dimensiones enjutas y vestimenta tallada reviraba camino de la Alfalfa.
La segunda saeta, lanzada a la fría tarde desde un balcón con repostero, impuso el silencio... sólo roto por un soniquete similar a la musiquilla de un móvil. El gentío, a pie de calle, se afanó en buscar al protagonista de la incómoda injerencia, que resultó ser una chiquilla pelirroja que no levantaba tres cuartos metros del suelo: Mario Bross -y los correspondientes Juegos Olímpicos de Invierno- se fundieron a negro mediante la ortodoxa acción del botonazo.
En la barra, alguien con voz y maneras del Mario Conde de la época del pelotazo relataba un conato de enganche con la junta de gobierno acontecido horas antes en San Esteban. Traje gris marengo, zapatos castellanos, insignia en la solapa y un chéster en la mano, donde también había hueco para un vaso-cubo con algo más que hielo macizo. A su espalda, una pareja de quinceañeros se abrazaba poniendo a prueba que sentían algo más que amistad. Él llevaba barba recortada; el otro él, no. ¿Atrevimiento? Naturalidad. La vida misma en la parroquia de un bar.
A las 19:15 salía María Santísima escoltada por jarras de orquídeas blancas. "¿Andrés, Mañé?", mandaba el capataz mientras los costaleros, cuerpo a tierra, sorteaban el dintel para alumbrar lo que quedaba de tarde. Azul y plata. Plata de Candelaria.
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