La hora de las divinidades

Jueves Santo

Es otra Semana Santa la que arranca con los oficios en los templos y las mantillas en los bares. La ciudad vivió un Jueves pausado, antesala de una Madrugada en la que el mercurio buscaba el frío.

Foto: Juan Carlos Vázquez
Foto: Juan Carlos Vázquez
Carlos Navarro Antolín

24 de marzo 2016 - 16:55

EL sonido del organillo irrumpe en la tranquila calle Sierpes. Quién me presta una escalera para subir al madero... La ciudad tarda en desperezarse en la mañana del Jueves Santo, que en realidad es media mañana, pues antes de las doce no hay colas en el Salvador, ni en San Antonio Abad, ni en la Magdalena. Muchos bares aún están con la persiana a media altura, cambiando los barriles de cerveza y limpiando. La ciudad y los bares, los bares y la ciudad, saben que la noche es larga. Y se reservan. En las cuadrillas de camareros no hay relevos. La peoná es completa. 'Aquí no viene casi nadie antes de las doce. A partir de esa hora llega la bulla y los nervios, pero ahora estamos tranquilitos', dice el empleado de una cofradía.Los búcaros del Silencio están perfectamente alineados en el atrio, dispuestos para saciar la sed de los nazarenos. El ex presidente de la Junta de Andalucía, José Rodríguez de la Borbolla, acude a la Magdalena a visitar a su Cristo del Calvario. La cola casi alcanza la puerta del Hotel Colón en esos momentos. Alguien le pregunta a Pepote con cierta guasa e imitando cierto acento madrileño si del templo sale algún paso. Y el ilustre socialista sentencia: 'No, de aquí no salen pasos.

De aquí salen divinidades'.Y Pepote, sin saberlo, clava el titular del día. Y de la noche. La Semana Santa entra en la horas de las divinidades. De las divinidades y también de las estampas más mundanas. La Semana Santa es alguien que deja el paso arriao de la verdad con los cuatro zancos clavados: 'De aquí salen divinidades'. Y también es la deplorable escena de un grupo de mantillas en los taburetes altos de un bar de calle trasera. La mantilla no es un traje para ir de tabernas, copas, platos de fritura aceitosa que piden almax y postres compartidos en cucharas rechupeteadas por distintos comensales. La mantilla es un traje de luto y gala para la asistencia a los oficios. El Cristo de la Fundación cruza Velázquez al mismo tiempo que los feligreses acceden al Santo Ángel para los oficios, Niños Jesús en el altar mayor vestido de nazarenito de la Estrella. La Semana Santa es pura simultaneidad: las mantillas fuman, el Crucificado de la Fundación va dormido sobre rosas con espinas, un nazareno de la Quinta compone un cartel fugaz con su pausado caminar, hechuras de ropón antiguo, capirote corto y bocamangas.Pica el sol con levedad cuando el palio de los Ángeles sigue sorprendiendo como el día en que se estrenó.

Ojalá todas las incorporaciones ocurridas en la Semana Santa en las últimas décadas tuvieran el buen gusto y el acierto de este paso diseñado por Juan Miguel Sánchez. En una cafetería próxima sirven torrijas ya troceadas con decoración de caramelo. '¿Le añado cucharadas de miel?' La gente bebe y bebe ginebra. '¿No tiene rodajita de limón?'. Y para beber es bueno cualquier sitio. Una empleada de seguridad de la calle Sierpes advierte que cualquer día va a ocurrir una desgracia en un balcón donde la fiesta no para desde el Domingo de Ramos. 'El Martes Santo se cayó un objeto que le dio en la cara a un niño'. El Ayuntamiento -ya ocurrió hace unos lustros- tendrá que regular el uso de los balcones en Semana Santa: prohibidos cigarros, copas de cristal y artilugios que pueden caer a la masa de público.La Virgen cigarrera es un derroche de exquisitez. Junto a la Estrella está en el ramillete de dolorosas de mayor nivel artístico de la Semana Santa sevillana. Cómo tienen que disfrutar los tres nazarenos guardamantos que cuidan de esos bordados. El plumerío de los armaos alegra a esa hora la planta oncológica del Hospital Virgen del Rocío, sonrisa de niños que encuentran un hálito de esperanza entre corazas y cascos de tiarrones como castillos que se derrumban ante la mirada tierna de los pelones, como María Luisa Guardiola, presidenta de Andex y sevillana ejemplar, llama a sus niños enfermos.En un bar pregonan que a las doce y media de la noche -en la previsión más tardía- echan la persiana. 'Después de esa hora sólo hay chusma. La última vez que abrimos una Madrugada tuve que sujetar al compañero que quería salir de la barra para liarse con un borracho faltón. Me quedé con la camisa del compañero en las manos...'.El barco de los Caballos es el símbolo de la Semana Santa de la infancia. Ver la Exaltación no sólo es disfrutar de la elegancia popular de una cofradía de babero, sino extasiarse con las miradas de los niños. ¡Cómo miran los chiquillos cada detalle de este paso y cómo buscan las populares figuras ecuestres! Se debate quiénes son los nazarenos más elegantes de la Semana Santa. ¿Los de Montesión? ¿Los románticos de la Carretería? Los más guapos, sin duda, son los de la Amargura. Pero en los más elegantes hay debate en las preferencias del cofraderío.La Quinta Angustia es uno de los morados del Jueves Santo, junto al Valle. Trae este año una novedad de gusto exquisito. La cruz parroquial estrena un Cachorro de marfil trabajado por José María Leal. Una preciosidad de las que aportan al sello de una cofradía que sería como una rosa: mejor no tocarla. Pero, una vez más, se demuestra que la Semana Santa, las cofradías, sus innumerables detalles, pueden seguir recibiendo aportaciones enriquecedoras cuando se saben hacer las cosas.'¿No me dirás que no está soberbio?'.

José Luis Cabello, hermano mayor de Pasión, se estrena con un Jueves Santo con cero por ciento de riesgo de lluvia. Pasión el Jueves Santo -con el retablo mayor del Salvador de fondo- es una fotografía que no necesita pie.La luz se tamiza como si el velo de la cruz de guía de la Quinta eclipsara todo ese cielo de Jueves Santo con sonido de motetes. El personal se deleita con los algodones del exorno floral de la Virgen de los Ángeles. Un Jueves Santo dulce que marca la hora de las divinidades en esta Semana Santa, como siempre donde cabe la liturgia antigua de los oficios y las mejillas enrojecidas por el alcohol de los días largos y la noche incierta. Dios está soberbio en su paso de plata. Y entre el público, pelaje variado.

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