La mano del padre

Mis personajes · Luis Carlos Peris

Sevillano hondo, conocedor de las claves más profundas de la ciudad y con eco garantizado en todos los temas de los que opina La Semana Santa está ligada a los mejores recuerdos de su infancia. Y a toda su vida.

El periodista Luis Caros Peris, en la Plaza del Salvador, junto al monumento de Martínez Montañés.
El periodista Luis Caros Peris, en la Plaza del Salvador, junto al monumento de Martínez Montañés.
Carlos Navarro Antolín

26 de marzo 2014 - 05:03

SU padre nació en un periódico, El noticiero sevillano, cuya sede estaba donde hoy la Escuela de Estudios Hispanoamericanos de la calle Alfonso XII. Su abuelo Vicente era el administrador del rotativo y su tío Paco el director y fundador, quien tiene una calle en Sevilla: Peris Mencheta. Su madre, que acaba de cumplir los cien años, es hija de un ingeniero de minas sueco. Luis Carlos Peris Zoffman (Sevilla, 1944) es el mayor de tres hermanos. Todo lo que sabe de Semana Santa lo aprendió de la mano de su padre, la mano sin la que no se entiende su concepción de la fiesta, la mano que le condujo a su primera Madrugada con sólo siete años, cuando no eran ni cuarenta personas las que asistían a la salida del Silencio: "Aquél es mi recuerdo más intenso. Era de un intimismo tremendo. Parecía que la saeta a la cruz me la estaban cantando al oído. Mi padre era un grandísimo aficionado a la Semana Santa. No se hizo hermano de ninguna porque eso significaba perderse un día de ver cofradías".

Niño nacido en la calle Goles, acostumbrado a la convivencia cotidiana con las cofradías. Niño educado en los Maristas de la calle Jesús del Gran Poder, de jugar a diario al fútbol y a las corridas de toros en la Puerta Real, la Plaza del Museo, la Gavidia o la Plaza del Duque de Veragua, a la que la chavalería llamaba como la plazuela de Cuba. "A los Humeros no íbamos, no sé por qué, pero era una especie de territorio prohibido. Más razones procelosas hubiera habido para no ir a la Alameda, pero no sé... Algo habría" Y en los juegos taurinos -otra vez la mano sin la que nada se entiende- era el más aventajado: "Porque era el único al que su padre llevaba a los toros". Se casó con 29 años con Carmen Florido, con quien tiene dos hijos, y se marchó a vivir a Triana. Pero en el arrabal sólo aguantó dos años. De ahí a Baños: "Tenía la querencia del centro, de estar cerca de San Lorenzo, San Antonio, San Vicente y el Museo".

Recuerda a la Borriquita saliendo siempre de noche. Su debut como nazareno con túnica prestada por la hermandad fue en Las Siete Palabras en 1958, con un cirio en el tramo que controlaba como diputado un hermano llamado Juan Salas Tornero: "Hacía treinta y siete Miércoles Santo que no llovía. Estaba todo listo en la cofradía cuando a las seis y media de la tarde comenzó el cielo a ponerse cárdeno oscuro y aquello fue de ¡agua va!". Retornó a casa empapado por Alfaqueque. Su padre le dijo con gran sentido del humor: "Niño, lo tuyo es la Virgen de los Reyes".

La otra cofradía en la que se inscribió fue la de Los Estudiantes, por la reunión de juventud que mantenía en la carpintería de Emilio Baquet, que trabajaba para clientes de la alta sociedad sevillana y para la plaza de toros. Allí jugaba a los botones con Juan Manuel Ríos, Ricardo Ríos, Luis Baquero, Pepe Mateos... Entre Juan Manuel Ríos y el cura Gil Delgado -que impartía charlas de Filosofía a aquellos jóvenes- lo apuntaron a la Buena Muerte en los años de la Anunciación. De nazareno salió con la túnica de ruán que le dejó un pariente catalán que sólo la había usado un año para salir en Pasión: "Aquello era de gran solemnidad. Luis Arenas supo captar perfectamente en una fotografía lo que sentíamos al salir por la calle Laraña. Ese Cristo en contraluz, esos adoquines reverberando... Así era, sí señor". En Los Estudiantes fue testigo en 1973 de la gran revolución de los hermanos costaleros: "Fue algo importantísimo. Lástima que ahora son grupos de presión y muchos son verdaderos exhibicionistas".

Su condición de periodista deportivo le ha privado de muchísimos Domingos de Ramos en Sevilla. "Los he pasado en Albacete, Vigo, Barcelona, Madrid, Murcia, Valladolid... La Borriquita de Vigo la vi bajo una manta de agua. Les pregunté cómo se les ocurría salir en esas condiciones. Me dijeron que no pasaba nada. Aquellas imágenes tenían una capa de tintalux encima...". Especial recuerdo tiene del Domingo de Ramos de 1964, cuando en horario vespertino jugó el Betis contra el Pontevedra. "No pasaba nada porque hubiera partido por la tarde, daba tiempo a todo. Vimos la salida del Porvenir y después al estadio a ver el debut de Quino". Años después coincidía con el gran Antonio Ordóñez y los hermanos Ríos Mozo en la Alicantina cada Miércoles Santo: "Antonio era muy de la Soledad de San Lorenzo de los Viernes Santos. Dejó de salir cuando la pasaron al Sábado, porque ese día ya le venía muy mal, pues toreaba al día siguiente".

La prensa de entonces no dedicaba mucha atención a las hermandades: "El Martes Santo, por ejemplo, se liquidaba en una página. El punto de inflexión lo marcó Filiberto Mira con su programa, y Fernando Gelán. En radio, José Luis Garrido Bustamante y el programa Saeta".

Hoy sigue saliendo al encuentro de las cofradías. "Mi padre siempre las buscaba, no le gustaba esperar, por eso no era aficionado a las sillas". La mano de la memoria sigue guiando.

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