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CINE
Hay historias que son inagotables, y que por muchos años que tengan siguen siendo objetivo de todo tipo de creadores. Es lo que pasa con los cuentos de hadas, leyendas populares que en su momento una serie de recopiladores manipularon hasta el infinito, haciéndolas más tragables para los ilustrados y sensibles públicos dieciocehescos. Perdieron su carácter más terrible, pero aún así pervivieron los suficientes elementos dramáticos como para que los más astutos viesen por donde iban los tiros. Así, Hansel y Gretel son abandonados por sus padres y acaban asando una bruja de forma cruel en legítima defensa, qué alegarían si fuesen llevados a un tribunal estadounidense. Uno de los cuentos más visitados por el cine, el de Blancanieves, no oculta a esa histérica madrastra capaz de convertirse en una asesina en serie con tal de mantener su estatus de la más bella. Recientemente, el cine ha abordado de nuevo los cuentos para actualizarlos. Algunos piensan que es una herejía, pero teniendo en cuenta que son historias secularmente manipuladas tampoco parece tan grave.
El año pasado pudimos ver una nueva versión de Caperucita, ese inquietante cuento sexual vestido con piel de lobo (aunque para los anales quedará siempre la versión de Neil Jordan en En compañía de lobos según Angela Carter) y ahora le toca el turno a precisamente el clásico entre los clásicos, Blancanieves, con el subtítulo de Mirror, mirror. No es original, ya que en su momento Sigourney Weaver protagonizó una versión donde daba el aspecto más tétrico de la madrastra, pero aquí la subversión del cuento original -sea este el que sea- llega a grandes niveles. Para empezar, la dirige el hindú Tarsem Singh, que hace poco estrenó otra heterodoxa revisión de un mito clásico en Inmortals. Singh fue el lejano director de The Cell, y se caracteriza por un impactante estilo visual que a veces ahoga el resto de la película. La segunda transgresión consiste en darle el papel de la retorcida madrastra a Julia Roberts, que cada vez es más rara de ver en cine. A la novia de América se supone que le cansaba hacer siempre de la buena de la película y encarna ahora a una de las villanas por excelencia de la tradición occidental, aunque según cuentan las crónicas de Hollywood se hizo de rogar.
Lily Collins, hija del músico ex Génesis Phil, es la nueva Blancanieves, que aquí no es una tierna princesita en abstracto, sino la heredera derrocada de un trono al que aspira con la ayuda de los siete enanitos. Que ahora no son unos honrados trabajadores que van a casa a descansar, sino unos rebeldes que ayudan a la princesa en sus aspiraciones políticas. También conoceremos un poco más a uno de los grandes ausentes en las versiones anteriores, el rey (Sean Bean) y a una extraña criatura que vive en los bosques. Y por supuesto, no puede faltar un príncipe azul que tampoco responde a los parámetros tradicionales, encarnado por Arnie Hammer, descubierto en La red social y confirmado como el Clyde Tolson de la reciente J. Edgard.
Esta Blancanieves (Mirror, mirror) es la primera de una serie de películas que llegarán en los próximos meses en torno al popular personaje. Una de ellas está protagonizada por la crepuscular Kirsten Stewart, que curiosamente renunció al film que se estrena hoy para protagonizar esta versión. La otra producción es española y cuenta con Maribel Verdú y Macarena Gómez en su reparto. Como se comprueba, Blancanieves y su madrastra siguen siendo las más bellas siglos después para los cineastas .
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