Griñán amenaza con aumentar los diputados
Arenas está crecido. El jefe popular anuncia que si tiene mayoría limitará el mandato de los presidentes a ocho años. Griñán quiere contentar a IU aumentando los escaños
QUE paren las máquinas. Tenemos dos titulares: limitación de mandatos del presidente y aumento del número de diputados. No suele haber novedades en estos combates parlamentarios quincenales, así que ayer hubo dos aportaciones notables. Valderas le espetó a Griñán que o cambia de rumbo su política liberal o la bancada de la derecha le pasará por encima. Auguró una era de mayoría conservadora de 20 años. Arenas, maestro en dialéctica, aprovechó para agradecerle el detalle al jefe izquierdista y con una mijita de falsa modestia añadió que no han ganado nada todavía, que no van a dar oídos a cantos de sirenas, pero que si consiguen la mayoría en marzo, entre las primeras leyes que mandarán al Parlamento estará una para limitar a ocho años el mandato de los presidentes de la Junta. Punto directo de saque.
Griñán no encajó bien este ace de Arenas. Pero no estuvo mal en su turno: le reprochó al jefe popular que lo que se propone hacer aquí no lo practique su partido en ninguna comunidad autónoma o ayuntamiento. Pero Arenas está crecido y le entran todos los golpes. Parece Nadal. Y Griñán tiene un rictus triste en el semblante, aunque conserva su traza de excelente orador. Es elegante, pero no termina de acertar. Parece Federer.
El presidente patinó ayer en un charco de aceite en el que ya se había resbalado hace dos semanas: Valderas, tras hacer una rotunda defensa del movimiento 15 de mayo, reclamó una ley electoral más justa, más proporcional, más representativa. En definitiva, que no sea tan perjudicial para su coalición. Y la respuesta de Griñán fue adelantar algo que amenaza con traer a la Cámara en el Debate sobre el estado de la Comunidad a final de mes: un aumento del número de diputados del Parlamento andaluz, que no está limitado por el Estatuto de Autonomía.
Por resumir el estado de la cuestión. Mientras Arenas quiere limitar los mandatos presidenciales, Griñán quiere aumentar el número de diputados. ¿Quién conectará mejor con el desencanto de los ciudadanos hacia la política y los políticos? El líder de los populares le ha ganado por goleada este envite al circunstancial jefe de los socialistas. Griñán lo argumenta muy bien desde el punto de vista académico. Dice que la Asamblea de Madrid tiene 129 diputados, aunque empezó con 96, pero aplica una relación de un diputado por cada 50.000 habitantes. Que con esa relación, Andalucía debería tener 167 escaños en su Parlamento en vez de 109. Y si en esta región se aplicase el baremo de crecimiento demográfico desde 1982 deberíamos estar en 142.
El presidente traía de casa estudiadas las cifras. Tanto que se sabía que la relación aquí es de un diputado por cada 80.000 habitantes. Y si en Madrid se puede, con esa mayoría espléndida del PP, ¿por qué aquí no? Griñán, sin embargo, pone una cautela a su insinuación, que es el consenso. Se entiende que a IU esta propuesta le conviene, pero falta por saber si el PP estará de acuerdo. Arenas, tan atento a todos los golpes en la pista, no dijo esta boca es mía al respecto.
Hay una interpretación positiva de este intento institucional de conciliar la petición de IU con la negativa del PSOE a modificar la ley electoral. La norma de limitación de acceso a los medios públicos de las minorías, el criterio de reparto mayoritario establecido por el señor D'Hondt, el límite del 3% por circunscripción para entrar en la Cámara o la menor disponibilidad de financiación para los pequeños, beneficia de tal manera a PP y PSOE que no se van a modificar. Aumentar el número de diputados es la única concesión que el PSOE está dispuesto a hacer a Izquierda Unida, presunto coaligado después de marzo, si el PP no consigue la mayoría absoluta.
Pero también hay una lectura perversa de esta propuesta. Cabe pensar que el globo sonda lanzado por segunda vez por Griñán tiene un efecto isla para el presumible naufragio socialista en 2012: si se aumenta el número de diputados del Parlamento andaluz entre 33 y 58 escaños, el PSOE, aun perdiendo las elecciones, puede tener más diputados que ahora. Sería un ere muy ventajoso.
El profesor Ruiz Robledo, catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad de Granada, tiene publicada una idea muy didáctica sobre el número de diputados del Parlamento que no me resisto a reseñar. Al criterio de establecer los diputados en función de los habitantes, con la ratio que se convenga, se podría añadir una disminución marcada por la abstención. Ejemplo práctico: si el cupo de diputados es de cien y se abstiene el 40%, se adjudicarían sólo sesenta escaños. Con la que la representatividad no sólo estaría en función de los votos emitidos; hasta los abstencionistas harían un voto útil.
Para hacer una nueva ley electoral, el PSOE tiene la mayoría suficiente en la Cámara, aunque resultaría escandaloso que lo hiciera solo. Griñán adelanta que cualquier cambio debería hacerse por consenso. Con lo que presumiblemente nada se cambiará, finalmente. Sea como fuere, para hacer un sistema más proporcional bastaría con eliminar la barrera del 3% y establecer un colegio regional para adjudicar un cierto número de diputados con los restos de votos que no hayan obtenido escaños en las provincias. Es fácil, pero ya verán como no se hace.
Al margen de los dos titulares principales, la sesión tuvo otros ingredientes. Valderas quiere que se compense por las pérdidas de la crisis del pepino a los trabajadores que han perdido jornales. Se olvida de los muchos transportistas que también han sido perjudicados. También se suma a la unánime pretensión de que los fondos europeos compensen el 100% de los daños. Y propone que representantes de todos los partidos de la Cámara acompañen al Gobierno en una visita reivindicativa a Bruselas.
A Valderas unas veces se le ven hechuras de vicepresidente de la Junta y otras un discurso entre griego y extremeño. No sé si me entienden. Un ejemplo de esto último, su definición del estado de ánimo del ciudadano medio andaluz: hastío, cansancio, desesperación, indignación, rebeldía. De tan duro como se pone, parece Djokovic. Verbigracia: le dijo a su presunto futuro socio que no está para muchos trotes; que está noqueado.
El presidente quiso salir del aprieto con juego duro, pero no es lo suyo. Para que su presunto futuro socio se cure del pavor que le produce la ola de derechas que se cierne sobre Andalucía, le recordó la pinza del 94 al 96, de entendimiento entre PP e IU que llevó a Valderas a la Presidencia del Parlamento andaluz. Por no citar épocas remotas, mencionó pueblos en los que Izquierda Unida puede permitir gobernar al PP: Almonte, Torredonjimeno, Alcalá de los Gazules.
Arenas castigó a Zapatero por tierra, mar y aire en el hígado, el mentón y el costado de Griñán, a quien acusó de servilismo con las políticas del presidente del Gobierno. Y el presidente cometió el error de querer responder al catálogo completo de reproches. Diluido, perdió eficacia. Y defender lo bueno que haya tenido la era de Zapatero no es plato de gusto para nadie. Arenas ganó el partido con holgura. Y al final sonreía satisfecho desde su escaño.
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