Tenemos un problema...
Educación Segundo año de aplicación del sistema matemático ABN
Varios colegios andaluces experimentan con nuevas técnicas de aprendizaje de matemáticas y expresión escrita para remontar unos resultados que llegan al 45% de los suspensos en la Enseñanza Secundaria
Dice el economista Rafael Carbó: "Si una empresa acude al mercado laboral a buscar ingenieros y el mercado sólo ofrece jóvenes que por el ladrillo abandonaron los estudios es que tenemos un problema". Andalucía tiene un problema de formación que se traduce en la penúltima renta per cápita del país. Jesús Molina, profesor de la Universidad de Murcia, realizó en 2009 una encuesta a 170 alumnos de 2º de Magisterio: el 93% admitió no tener vocación. "El sistema de oposición para el acceso a la docencia sólo mide la capacidad de memorizar. En el norte de Europa la Administración hace un contrato indefinido y va evaluando al docente. De lo contrario, el sistema educativo se inunda de mediocres".
La foto del alumnado se recoge en la Evaluación de Diagnóstico, que se realiza anualmente con pruebas a más de 160.000 alumnos andaluces. Las conclusiones son múltiples. Los alumnos andaluces cuentan con una competencia adecuada para aprender Matemáticas y Lengua. Esto es lo obvio, no son más tontos que los demás. Las calificaciones de los primeros años van acordes con ello, pero, según pasan los cursos, la criba se multiplica hasta llegar a un índice de un 35% de repetidores en 2º de ESO.
En competencia lingüística, sólo un 9% del alumnado de Primaria se encuentra en los niveles bajos. Más problemáticas son las matemáticas, donde un 20% ya apunta dificultades. Esto se traduce en un 13% de suspensos en Lengua y un 15% en Matemáticas. Pues bien, cuando se analiza a los alumnos de Secundaria, vemos cómo los insuficientes se disparan hasta un 40% en Lengua y un 44% en Matemáticas. Entre un 13 y un 15% son calificados con un 1 sobre diez. Es decir, más de 10.000 niños andaluces de 2º de ESO no saben nada. Y en el estrato alto, el 20% de sobresalientes que encontrábamos en Primaria se transforma en un 7% en la ESO. En Primaria a un 45% de los niños les gusta mucho ir al colegio; en Secundaria esa resupuesta sólo la da un 10%. ¿Qué ha pasado en ese trayecto? Muchas cosas. Observemos algunas. Los padres tienen altas expectativas, ya que un 74% espera tener un universitario en casa. Esto no es tan sencillo cuando en el 49% de los hogares los padres no ayudan en nada a las tareas de sus hijos, cuando el 26% de los alumnos confiesan que nunca leen, cuando en el 30% de esos hogares hay menos de veinte libros, y el 61% del alumnado de 2º de la ESO dedica unas tres horas diarias a los videojuegos.
Durante el pasado curso, el inspector de Educación y veterano pedagogo Jaime Martínez, puso en práctica un modelo teórico de aprendizaje de matemáticas (ABN), consistente en la supresión de las cuentas para potenciar el cálculo mental. El método, en su aplicación pormenorizada, puede consultarse en el blog algoritmosabn.blogspot.com, pero básicamente consiste en acercar las Matemáticas a la realidad con problemas prácticos, hacer que los números signifiquen algo y manejar decenas para descender después a las unidades. Es un modo de invertir el modo tradicional con el que hacemos las cuentas y que nos obliga al uso de una ficción, las llevadas, que ralentizan el aprendizaje. En las pruebas realizadas a finales del pasado curso comparando sus niños ABN con los de algunos de los mejores colegios de la comunidad, el innovador método ofreció datos esclarecedores. Dos ejemplos: en la operación 576 + 352 los chavales de 8 años del ABN consiguen un 70% de acierto, frente a un 50% de aquellos que se han adiestrado en las cuentas tradicionales. Si se ponen a dividir 628 entre 2, los de ABN logran un 85% de acierto frente a un 29% los otros alumnos.
En el segundo año de aplicación del método, los experimentadores han aumentado. De las poco más de seis aulas con las que se empezó, los profesores ABN han pasado a ser un centenar en Andalucía. Hemos visitado a algunos de ellos.
Colegio Cristo de las Misericordias CHIPIONA
La ordenada algarabía de niños de uniforme con jersey rojo y pantalón gris en el patio podría hacernos pensar que nos encontramos en un centro privado. No es así, se trata de un colegio público de una zona de Chipiona con un nivel adquisitivo medio bajo. Su director, Juan León, pasea orgulloso entre sus chavales.
Este colegio es un centro ABN. El método se aplica en todas las clases de 1º a 4º y cuenta con una coordinadora, Milagros, que el año pasado ya lo había probado. "Ella nos abrió los ojos. Nos daba pavor una metodología nueva, pero al mismo tiempo estábamos muy quemados de ver cómo nuestra función se quebraba siempre en el cálculo".
Milagros se explica con entusiasmo: "Con este método cada chico se expresa según sus posibilidades. El objetivo es resolver y entender problemas. Antes, los niños siempre te salían con lo de seño, ¿es suma?, ¿es resta? Estaban encasillados en las operaciones, tenían que llegar a una operación; ahora tienen que buscar el camino, razonarlo, para llegar a un resultado. Con el método tradicional los niños salen del colegio habiendo realizado cientos, miles de cuentas. Resuelven operaciones, pero muchos de ellos no saben resolver un problema".
En un aula de 2º está Íker, al que se le pide que plantee un problema. En tierra de huertas, elige tomates. "Tenía 124 tomates -dice-, y he picado 89 tomates. ¿Cuántos tomates me quedan por picar?". Sin darse cuenta ha planteado una resta con llevada, algo que está fuera de los objetivos de su curso, pero él desconoce el término llevadas. Resuelve el asunto de los tomates descomponiendo números hasta llegar en un par de pasos a la solución. 35 tomates sin picar. En realidad no ha restado, ha utilizado el camino de sumar a los 89 lo que le faltaba para llegar a 124 y lo ha razonado solo.
Pero Juan León sabe que las Matemáticas no son su único problema. Han creado su propio ABN para Lengua. Lo explica en su despacho, atestado de cachivaches que ha comprado a los niños en el mercadillo que montan en el colegio. "Todos los colegios de Chipiona estamos coordinados, sabemos lo que hacen los demás y, si una estrategia funciona, la aprovechamos. En las redacciones, en concreto, nos dábamos cuenta de que no teníamos un patrón que nos sirviera para decir alcancemos estos mínimos. Decidimos encargar redacciones en todos los colegios sobre un tema determinado. Cada colegio seleccionó dos muy buenas, dos buenas, dos regulares, dos malas y dos muy malas. Con ellas elaboramos el patrón". Enseña el patrón, que son diez redacciones. Al pasarlas de la peor a la mejor, salta de manera muy visual la transformación. "Es un instrumento para que el propio alumno entienda hacia dónde se tiene que encaminar. No le enseñas una redacción sobresaliente, sino todo el abanico. En esa comparación, subiendo escalones, avanza".
Tartessos ALGECIRAS
Rodeado de los bloques sociales de la barriada de El Saladillo, un cráter en mitad de la infravivienda vertical, se encuentra el colegio Tartessos, un clon de los centros nacidos bajo el paraguas de los pactos de La Moncloa, con una zona de influencia superior a las 10.000 personas y cuyo porcentaje de alumnado inmigrante supera el 10%. A la entrada, en el despacho de la directora, una luchadora que cree que las cosas se pueden cambiar, según cuentan sus colegas, se encuentran dos chavales de incorregible apariencia. El docente que está con ellos sale del despacho sacudiendo la cabeza. "Si es que cuando no hay familia...", murmura. En este colegio se tiene el reto de combatir el absentismo y poner cimientos para la integración. Aquí, hasta la naturaleza pone zancadillas. Los niños no pueden comer en el patio porque los tejados se pueblan de gaviotas que atacan su merienda. Los niños comen el bocadillo en clase.
Marian trabaja en 1º con un grupo reducido el método ABN. Los niños están contando hacia atrás con dificultad. Marian se está dejando la piel. Aquí está David, un niño menudo un poco apartado de los demás, en un pupitre de la esquina "porque aquí estoy más tranquilo". Es el más rápido en contestar y una gran sonrisa se le dibuja en cada acierto. 20 + 35 y sus compañeros dicen o 59 o 35 o 11. Y él levanta mucho el dedo "yo, yo"... "A ver, David". "55". "Muy bien". Gran sonrisa. "Es que mi pupa me da suerte". "¿Qué pupa?" Y enseña la palma de su mano, su pupa, que él ha decidido que es su talismán y vuelve a su pupitre para perder la mirada en la gasolinera o en esos bloques construidos en los 70 para meter el mayor número de gente en el menor espacio posible.
Marian está preocupada porque no sabe si sus niños avanzan, pero la respuesta no está muy lejos, en el 2º de Rosario, que enseña sobre una pizarra desteñida. "Voy a pasar de las pizarras de Franco a las digitales, sin transición", afirma riendo. Jaime Martínez observa una demostración y pondera avances. "Vale, ahora voy a poner yo una suma. Tengo 450 euros con 20 céntimos y Rosario tiene 325 euros con 75 céntimos. ¿Cuánto tenemos los dos?". Rosario pone una cara en la que se lee "ni hemos hecho sumandos de tres ni sabemos decimales". Varios levantan la mano. El elegido sale y lo resuelve. Rosario ha cambiado su cara de pánico por la de sorpresa. Jaime hace un aparte: "Rosario, no tengas miedo a avanzar. Si uno lo entiende, para el resto es cuestión de tiempo. El concepto de dos y de tres sumandos no existe para ellos porque el problema se resuelve igual y los decimales no son decimales, son céntimos y ellos saben lo que son los céntimos".
En la clase de 3º asistimos a un curioso duelo. Los protagonistas son un chiquillo musulmán de despierta mirada, una niña gitana de preciosos y grandes ojos negros y un pizpireto español. Los dos primeros compiten en decir los resultados en un sorprendente ejercicio de cálculo mental y el español, muy español, compite en decir el primer resultado que se le ocurre, siempre alejado del correcto. Jaime se asombra de la capacidad de los dos primeros y se detiene con el tercero, tratando de explicarle lo que es la reflexión (qué buena enseñanza para todo un país). El chico asiente. Ahora Jaime le reta a una división. Los dos primeros saben la respuesta a los pocos segundos y Jaime sólo permite que se lo digan al oído, hay que darle tiempo al tercer compañero. Suena el timbre del recreo, pero nadie se mueve. Tarda más, bastante más, pero lo resuelve. No es un ejercicio matemático, es un ejercicio de paciencia y su utilidad supera cualquier cálculo.
Salimos al patio. Los chicos juegan al fútbol con una botella de plástico de Sunny como balón. Me alegra ver a David haciendo una gran parada. Su pupa le trae suerte.
Ponce de León
ROTA
El mundo sería peor sin mujeres como Carolina, que nos recibe en su lugar de trabajo, un aula con sólo tres pupitres. Pertenecen a los mellizos Pablo y Javi, de 7 años, y a Nazareth, de 11. Es un aula de educación especial, un universo en el que Carolina intenta hacer manejable el mundo a sus tres mosqueteros. Es la primera maestra que prueba el sistema ABN en niños con serios problemas de aprendizaje. Nos esperan los tres con sus tacos de diez palillos. "Me enteré de que mis compañeras iban a probar el método y yo me dije: ¿por qué mis niños no?". Los resultados los comprobamos en una rápida demostración en la que los tres nos sorprenden contando con fluidez de diez en diez gracias a sus palillos y localizando números en una tablilla.
"Y ahora vamos al Mercadona". Los tres se levantan muy dispuestos. Les gusta ir al Mercadona, que está en la esquina del aula. Allí, Carolina ha montado un supermercado con cajas vacías y en una mesa ha puesto la caja registradora, que, por turnos, es manipulada por uno de los tres, mientras los otros hacen la compra y pagan con billetes y céntimos de juguete. Sin saberlo aprenden decimales. Carolina crea para ellos un mundo cotidiano a pequeña escala, a su escala, y en ese mundo sus tres niños son los reyes.
CEIP Andalucía
CÁDIZ
Nos encontramos en el laboratorio. El curso de 3º de Concha fue el primero en el que se aplicó el ABN y la entrada de Jaime Martínez es una fiesta. "Qué guapo y elegante viene hoy, don Jaime", dicen desde los pupitres de atrás. Y hoy, Jaime va a hacer como los trapecistas audaces: corta la red. Todos quieren salir a la pizarra. "A ver, Joel...". Joel va muy dispuesto. Apunta: 8 bolsas más 12 caramelos son igual que... Para mi sorpresa, Joel, de ocho años, escribe en la pizarra una ecuación. Las ecuaciones no se dan hasta 2º de ESO, a los catorce años. "En los centros que se está probando el método todos los niños, no los más adelantados, sino todos, tienen el nivel de Matemáticas de 6º en 4º. Fíjate en cuántas más cosas podríamos utilizar esos dos años en vez de seguir y seguir haciendo cuentas. En el aula de 4º, en la esquina, a la derecha, está el pupitre de un alumno al que llamaremos Cristian. Quiere ser a) futbolista y b) matemático. Hay que frenarle porque es el primero en contestar a cada operación que se plantee en modo de problema, ya sea resta, multiplicación o división. Es una máquina de calcular y celebra cada acierto como un gol. Al salir, tras una despedida calurosa de los niños a Jaime, haciendo una especie de melé en torno a él, le pregunto por Cristian. "Es un repetidor. Le dieron por imposible. Estaba atascado. Este año empezó mal, pero poco a poco le fue divirtiendo el método. Comprobó que era bueno en algo, empezó a crecer su autoestima, a relacionarse más con los demás, a mejorar también en las otras asignaturas. A Cristian le hemos rescatado de un fracaso escolar seguro. Estoy muy orgulloso de él".
Básicamente este es el problema. Despejadas incógnitas, conociendo cuáles son las equis y las y, sólo queda saber si se ha dado con la solución.
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