La abstención, sin voto ni voz
Díaz opta por el silencio y C's en Andalucía le aprieta para que acabe con el boicot a Rajoy La fecha del 25 de diciembre termina por alejar al PSOE del PP al considerarlo un chantaje Ferraz ve al PNV como el que puede dar los síes necesarios tras las elecciones vascas
EL mes de agosto sólo es la parte más ancha del embudo, septiembre será el tramo en el que se desaten todas las turbulencias de esta crisis institucional que España arrastra desde el final de 2015. O los otros meses del otoño: octubre, noviembre... El 25 de diciembre, marcada en el calendario como una fecha supuestamente imposible. Aunque parezca inverosímil, es ahora cuando llegan las complicaciones, los momentos de extrema tensión, toda la presión sobre el PSOE, porque su líder, Pedro Sánchez, sin apenas contestación interna, se ha instalado en un rocoso no a Mariano Rajoy. Sus más cercanos coinciden en que no es una impostura, el PSOE no prestará sus votos al PP. De nada ha servido la fijación de la fecha de la investidura.
En la primera votación de la sesión, la del día 31 de septiembre, los diputados socialistas votarán no, y en la segunda, la del 2 de septiembre, lo volverán a hacer. A día de hoy, no hay ningún movimiento interno ni ningún elemento de presión externa que mueva a la dirección de Ferraz a cambiar su voto hacia una abstención. Las posibilidades de cambio son remotas. Es más, un dirigente cercano a la cúpula socialista dice lo siguiente: "Lo que yo percibo es que en la dirección han perdido el miedo a una repetición de las elecciones".
La presidenta Susana Díaz, a quienes los partidarios del desbloqueo no paran de mirar, guarda silencio, como el resto de sus portavoces, tanto en el partido como en el Gobierno andaluz. Su Ejecutivo de la Junta volverá a reunirse el próximo martes tras las vacaciones, pero no hay nada previsto. Otros partidarios del desbloqueo, caso del presidente de Aragón, Javier Lambán, carecen de peso, y sus intervenciones pecan de un exceso de cuidado cuando lo que la situación necesita son palabras claras y valientes. Si Díaz comienza a moverse para variar la situación, se explica desde su dirección, lo hará fuera de cámaras, ella tampoco quiere ser señalada por el PP. Ni por Ciudadanos, cuyo líder en Andalucía, Juan Marín, ya la ha señalado como la persona que pudiera hacer cambiar la opinión de su partido. Su apelación a acabar con un bloqueo similar al que existió en Andalucía después de las elecciones autonómicas se va a oír sin cesar, pero en el PSOE no se mueve nada. Ciudadanos va a llevar a la mesa de negociación con el PP una propuesta que es similar a la que pactó y firmó con el PSOE, las mismas 200 reformas. Con ello confía en que los socialistas cambien de opinión ante el riesgo de caer en una contradicción; es más, fuentes de este partido sostienen que el PSOE comienza a encajar la abstención. Sin embargo, ninguna de las personas consultadas por este medio en las filas socialistas se atreve a considerar, si quiera como posibilidad, una abstención para esos días. Tendría que producirse un hecho no previsto para que eso fuese así. Es cierto que los barones críticos hablan entre ellos, que los ex presidentes de Gobierno también intervienen y que hay otras personas de gran influencia en el país que le transmiten estos temores, pero mientras no haya una masa crítica y pública nada se moverá en Ferraz. Para que el partido virase hacia la abstención a primeros de septiembre, tendría que reunirse el comité federal y, de momento, nadie lo ha solicitado.
Sánchez le ha tomado la medida a sus rivales internos. En dos ocasiones, en los días posteriores a las dos elecciones generales, hubo oportunidades de plantear una batalla por el liderazgo socialista, pero sólo fue eso, un planteamiento, no una ejecución. Ni siquiera los notables que siempre han sido concluyentes en este partido han servido para modificar la posición de Sánchez. Ni Alfonso Guerra ni Felipe González ni José Luis Rodríguez Zapatero. La celebración del congreso federal el próximo otoño está detrás de estos excesos de prudencia entre los líderes socialistas, ninguno quiere ser señalado como filopopular de cara a ese cónclave. Los viejos dirigentes del partido, todos ellos ya retirados, tienen una extraña sensación que va desde la admiración por la firmeza de Sánchez al vértigo por su irresponsabilidad.
La opinión de la dirección del PSOE es que Mariano Rajoy deberá esperar a las elecciones vascas del 25 de septiembre, por si el apoyo del PP fuera necesario para apuntalar un Gobierno del PNV y del PSOE frente a una alianza entre Podemos y Bildu. Un gobierno a cambio de otro. Pero es muy posible que Rajoy advierta en los próximos días que sólo acudirá a una sesión; si fuese rechazado, el PP no presentaría ningún candidato y España se aproximaría a unas elecciones concebidas para una fecha imposible, el día de Navidad. Pero, incluso, en ese caso, Rajoy seguiría necesitando una abstención de los socialistas, porque los nacionalistas vascos sólo tienen cinco escaños. Después del 2 de septiembre, si la investidura falla, el Rey abrirá una nueva ronda de consultas, será entonces cuando llegue uno de los momentos críticos de esta crisis.
"El no ha ido calando en el partido por la actitud de Rajoy, es verdad que el escenario ha cambiado y que no pueden repetirse unas elecciones", explica un dirigente socialista andaluz, que admite su sorpresa ante la férrea convicción de Ferraz de que es necesario abstenerse. Otros apuntan una nueva posibilidad, la de que si Rajoy amenaza con no volver a presentarse una vez rechazado, Pedro Sánchez intente una alternativa, bien la que indicó el catalán Miquel Iceta, la de un independiente u otro candidato del PP, o la de un Gobierno socialista comprometido a someterse a una moción de confianza con las izquierdas en el plazo de un año. Esto último, que llevaría al acercamiento a Podemos y a los independentistas, quedaría abortado por el comité federal.
MARQUÉS PERALES
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