De este debate no beberé
ZAPATERO tendrá serios problemas con la energía: en el medio más influyente de la esfera económica mundial, Financial Times, el presidente ha declarado que España no podrá construir nuevas centrales nucleares porque, además de otros argumentos sabidos, consumen bastante agua en sus sistemas de refrigeración. Y, aquí, estamos secos. Como las letras reniegan de las ciencias, un intelectual puede hacer ostentación de su ignorancia científica. Incluso está bien -que inventen ellos, que diría Unamuno-, pero, amigo, el presunto ilustrado será hombre muerto si admite que los primeros versos de Antonio Machado que oyó fueron los cantados por Serrat. Zapatero podría haber argumentado lo de los residuos de vida perenne, los riesgos de la radiactividad o la proliferación de armas nucleares, pero ha puesto el acento en el agua. Claro, las centrales nucleares la utilizan para su sistema de refrigeración, pero del mismo modo que las centrales térmicas de ciclo combinado o las de carbón. Juntas, las de gas y carbón, cubrieron en 2007 la mitad de la demanda de energía en España. Y nadie ha caído en lo del agua hasta ahora, entre otras razones, porque ese líquido vuelve al río, al embalse o al mar, y porque a una central nuclear de 1.000 megavatios le basta con una concesión de sólo 15 hectómetros cúbicos al año. Lo nuclear es un tabú que sigue asustando a la izquierda, como el copago en la sanidad pública o los límites de la inmigración. Y Zapatero lo sabe, de ahí que nunca acierte a contestar de modo adecuado cuando se le cuestiona por la energía que importa nuestro país de Francia, toda ella de origen nuclear. Mitterrand, que también era socialista, dictó que en su país no moriría ningún minero más, y se pasaron al átomo.
En ello, en lo del asunto energético, donde lo nuclear es clave, andaba pensando Manuel Chaves cuando en la pasada reunión de la ejecutiva federal de su partido afirmó que sería bueno que el PSOE también diera respuesta a este reto en el próximo congreso federal. Pero Zapatero lo paró en seco: la tesis del PSOE sigue siendo que sólo cabe "prolongar la vida" de las centrales nucleares hasta el momento en que las denominadas energías alternativas tomen el testigo. Y en ésas estamos: que el 50% de nuestra demanda energética la seguimos cubriendo con combustibles fósiles. El Programa Marco del próximo congreso federal del PSOE dedica un capítulo al cambio climático; se acentúa su gravedad, pero como únicas soluciones se aportan la mejora de la eficiencia y la potenciación de las energías renovables. Y, mientras tanto, ¿cómo se sustituye ese 75% del gasto energético de nuestro país que ha sido satisfecho con gas, carbón y uranio? "Alargando la vida" de unas centrales que fueron diseñadas al final del franquismo y principios de la Transición; es decir, más antiguas que la mirinda.
Mantienen que el hombre sólo es un mono que guisa, y hay algo de cierto porque el día que descubrió el fuego comenzó a manejar la cocina. Y la química. Al fin y al cabo, la combustión es la reacción que más rentable nos ha salido: quemamos algo que lleve carbono -madera de roble , picón, carbón vegetal, petróleo, gas o boñiga de vaca- y obtenemos calor. Y así llevamos casi desde que nos bajamos de los árboles: quemando carbono para obtener energía, sólo que ahora lo hacemos en centrales termoeléctricas que usan como combustibles las balsas de átomos de carbonos que quedaron fijados en eras geológicas pretéritas.
El científico James Lovelock, adorado por el ecologismo desde que formuló el concepto Gaia, dejó a medio mundo perplejo cuando declaró que la energía nuclear es la única forma disponible de generar electricidad de modo masivo para abastecer a la humanidad sin que ésta corra el riesgo de calentarse demasiado debido al efecto invernadero. Y en España, últimamente, también lo ha pedido José María Fidalgo, de Comisiones Obreras, o Javier Gómez Navarro, ex ministro socialista y actual presidente del Consejo de Cámaras de Comercio. Incluso Felipe González lo ha dejado caer. Y no es que rechacen las denominadas energías renovables, sino que intuyen, como muchos científicos y economistas, que en las próximas décadas deberán coexistir con la nuclear.
Chernobil figura, y con razón, entre nuestros miedos colectivos, pero las alternativas están en un momento de experimentación. El 10% del consumo se cubrió con las eólicas, pero a base de ayudas muy cuantiosas. La solar, por ejemplo, se subvenciona entre el 300% y el 500%. Pero Rodríguez Zapatero sabe que el progresismo creció con el logo de Nuclear, no gracias colgado de la chaqueta de pana y aunque comience a aceptar ciertos matices -"sería lo más fácil", admite-, la izquierda volátil, de donde le vienen sus dos últimas victorias, no quiere ni oír ni leer este tipo de cosas.
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