El fiscal más joven de la historia
Justicia
Ha estudiado en colegios, institutos y universidades públicas
Apasionado de la Semana Santa, del Belén, del Recre, del Athletic y de las partidas de tute
Tiene 23 años y es de Huelva
Huelva/Es un canto a la normalidad y a la reivindicación de muchas cosas. De figura frágil y consistentes palabras, justas pero certeras. Hace gala sin pretenderlo de su preparación en una escuela pública de la Huelva donde nació, de sus estudios en una universidad pública onubense; de su afición al Recre con un hueco muy grande para el Athletic de Bilbao, tanto como que su padre le pintó el escudo con el puente de San Antón en el techo de su habitación; de su pasión por la Semana Santa y los belenes; de su destreza para jugar al tute según él, aunque sus adversarios la pongan en entredicho; de aceptar su espina bífida de nacimiento que lleva sin un ápice de resignación, como un rasgo más de su propio ser. Pablo Belda Simón tiene 23 años y es el fiscal más joven de España.
Dejó boquiabiertos a los miembros del Tribunal Supremo, magistrados que el día de la final de la Champions tenían sus coches aparcados frente a la sede dispuestos a ventilar en apenas diez minutos al joven que osaba presentarse a una oposición que está entre las más duras que se conocen. Una hora después ya se habían perdido los primeros minutos del partido. Pablo Belda Simón saldría con una plaza que, según se le escucha hablar, parece destinada para él.
Aún no la tiene pero, después de lo ya pasado, los cuatro meses que tiene por delante en una escuela que empezará en enero y los otros tantos de prácticas que -la duda ofende- "será en Huelva", parecen un calentamiento para mantener la forma. En su etapa en Primaria, adelantó un curso. Los cuatro años de carrera sin bajar del notable y con más sobresalientes y matrículas de honor de los que uno puede imaginar, se presentó a las oposiciones para ser fiscal, su sueño. Un primer test cuando apenas llevaba tres meses estudiando le sirvió para conocer la mecánica de una oposición que cuenta con una media de cuatro años para coronarla con el éxito. A él sólo le hicieron falta dos y con honores.
El primer examen es un test de cien preguntas que se hace en Granada y sirve para seleccionar "y descartar a quienes no van a pasar el corte". Después llega uno de 180 temas ya en Madrid "que aprobé; luego hay otro que consta de 120 temas que no había ni mirado y sólo tenía seis meses para hacerlo. Sacas cinco fichas, te dan quince minutos para pensarlos y luego tienes una hora para cantarlos uno detrás de otro. Si dedicas más de 15 minutos a uno de ellos estás suspendido, porque es oral y se hace con un cronómetro". Es entonces cuando se puso serio. Sólo se reservaba los domingos, día de fútbol y pasos de Semana Santa en Sevilla de los que es capaz de reconocer a la hermandad a la que pertenece con sólo mirar una mano o un llamador. Fueron días de diez horas de estudio. "Al principio empezaba a las nueve de la mañana, después a las ocho; sin parar".
Más podía la presión de su entorno que la que tenía él mismo. "Todos me decían que iba a sacarlo seguro, pero la verdad es que cuando llevas tres meses y sólo has podido preparar veinte temas, te desesperas". Lo de abandonar no va con él. No sólo asombra que con sus años hable con un aplomo semejante, que la memorización íntegra del Código Penal y Civil para él sea parte de esa preparación, sino cómo lo cuenta: "La verdad es que se memorizan temas en conjunto. Después salen solos". Y no pestañea.
Huyó de esa imagen de jueces estrella, de aquellos que la sociedad pone en un pedestal breve y apostó por su sueño: "Desde siempre me ha interesado la Fiscalía, porque lo que más me gusta es el tema penal, aunque entre los fiscales también se especializan en otro tipo de asuntos". Tuerce el gesto cuando se imagina qué puede aportar a la Justicia de este país, sin darse cuenta de que tal vez le haya aportado lo máximo que una persona sola puede hacer. Una constancia y una pasión tan densa como el temario y tan fuerte como la que se vive al paso de una imagen.
Su padre, que le acompaña, no puede ocultar su orgullo. Su apoyo ha sido constante, el mismo con el que cada año se asoma a la actualidad navideña con un inmenso Belén que monta en una habitación de su casa y que empieza a hacer desde octubre.
Habla de su silla de ruedas como un rasgo más; ella es Pablo. Jamás le dio importancia. "La enfermedad no va a ir a más, estoy así desde que nací, pero ni me ha ayudado ni me ha perjudicado para hacer lo que siempre he querido hacer".
También tiene palabras para los fiscales de Huelva que le respaldaron y le guiaron en este tránsito desde su casa a la Fiscalía del Supremo donde fue examinado por el segundo en el escalafón, "el que va después del Fiscal General del Estado". Ellos siempre estuvieron en los momentos de flaqueza y fueron también los encargados de torcer el gesto cuando les pedía permiso para acercarse a ver los pasos en Sevilla.
Tiene sobre sus espaldas mucho más peso del que incluso imagina. Puede llevar la bandera de una juventud a la que en muchas ocasiones se le achaca su dedicación a la vida cómoda; la de defensa de unas personas con discapacidad como aquellas que pueden aportar y aportan mucho a la sociedad que no les devuelve tanto, pero sobre todo la que quiere ondear es la de Huelva, la de un chaval de Huelva, que estudió en Huelva y que desde allí quiso perseguir un sueño y lo ha conseguido mucho antes de lo que nadie pudo imaginarse, salvo aquéllos que se cruzaron con él en el camino. Todos ellos lo sabían y quien más estaba convencido era él mismo.
Se llama Pablo, tiene 23 años y es fiscal. A partir del año que viene, cuando haya añadido uno más a su carné de identidad, ejercerá como defensa de los intereses públicos. Conociéndolo, jamás éstos estuvieron en mejores manos. Sólo le hace falta demostrarlo. Lo hará.
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